7 de junio de 2009

Suzzana Hamilton, viejo amor de juventud


Hoy quiero homenajear, en ese imaginario femenino que me caracteriza, a esta actriz a quien sólo he visto en Memorias de Africa y, sobre todo, en 1984, versión no perfecta de la novela de Orwell. Y no me refiero a la biografía de la actriz sino al personaje que interpreta, Julia, la rebelde al sistema, que nos hace descubrir que el sexo puede llegar a ser un acto político. Desde entonces, la mujer deseable del sistema totalitario se me aparece como la bella Suzzana, con un mono azul, ceñido por un pañuelo, digamos de color rojo, cuyas caderas denotan la femineidad en estado puro, el fruto maduro y almibarado. La belleza de la Hamilton me recuerda la agreste frescura de un huerto con manzanos. En un mundo totalitario, oscuro, donde el ideal es anegado por la política espuria del más mediocre politburó, Hamilton o Julia o cualquier mujer en quien el deseo se transforma en leit motiv existencial, cuentan con mi apoyo. Jamás deseé tanto ser Winston Smith, pese a sus varices en el tobillo , o la pésima calidad del licor del Partido, la grisura de fachadas del fantasmal Londres, los papeles de propaganda que revolotean en los suburbios, el ojo que te vigila. Suzzana es la promesa de una tarde en cualquier lecho, el sabor esperanzado de sus senos, la almohada de su vientre, su hermosura eterna. Oh, Suzzana, cuando ya no haya esperanza, aparece en mi oficina y coloca en mi mano un papel con tus señas,. Prometo visitarte.

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