11 de junio de 2009

Yo tenía un amigo que se compró el Max Mix 3, o la celulitis de CC Catch.









Deliciosos 80! Todavía percibo vuestra fragancia, aquellas tardes en que iba a casa de mi amigo, cuyo nombre obviaré, y me detenía en el puesto de helados Miko, a por mi polo de hielo sabor cola, pues el Drácula superaba mi presupuesto. Cien o doscientos metros más allá, oh Dios!, Miko premio en el palillo del polo, marcha atrás, nueva compra, el mundo tenía sentido (siempre te quedaba la opción de mangar el Miko premio del alumno incauto que lo dejaba en el pupitre, aunque no abusé de esta práctica).


Mi amigo era un fan del Max Mix. Como yo nunca tuve tocadiscos, y tampoco me molaba lo de las mezclas, veía aquellos ejemplares como extrañezas que no requerian mi atención. Una vez me habló de un artilugio para hacer mezclas, y creo que me sacó un plasticazo fosforito que puso en el plato, y que no llegó a usar, no sé si por desconocimiento o por un pudor que me pareció sospechoso. Mezcla, mezcla, lo que se dice mezcla, yo no oí nada, pero el bicho debía funcionar, pues no recuerdo demandas en los telediarios o escándalos al respecto, no como los explosivos Peta Zetas, que fueron retirados del mercado por su enorme peligrosidad.


Yo iba a casa de mi amigo por su ordenador Spectrum, ese que tenía las teclas de plástico, y ahora cuando lo ves te da una sensación de liliputiense, que da escalofríos. Poníamos a funcionar la cassete con los juegos (qué ruido hacía aquello al cargarse, como un siroco electrostático en Nevada), y nos poníamos las pilas con una arcaica y olvidable versión de Indiana Jones, supongo que en su segunda secuela, The Temple of the Doom, que vi con gastritis y me pareció aún más de pesadilla. Personalmente prefería ir a los salones recreativos, y jugar al Zero Time, con sus ensamblajes dificultosos, aquellas bolas que se cruzaban en diagonales homicidas y una banda sonora antológica.


Mi amigo estaba enamorado de CC Catch, ya sabéis, la versión menos peluda de Modern Talking, una chica bien guapa, con bellos ojos azules. Yo conocía su música de un anuncio de la tele donde salía Mari Cruz Soriano diciendo: "bienvenido al mundo de Lanas Stop". Y la Catch, dándole al estribillo. Dije que era menos peluda, pero mi amigo tenía un póster de la diva en su cuarto, donde aparecía con camiseta de tirantes y vello en las axilas, no diré selvático pero tampoco rasurado. Yo no sabía entonces que a las francesas parece que les gusta ir no muy depiladitas, pero nos da igual porque la Catch era holandesa adoptada by the germans. Yo protestaba ante la desfachatez y atentado contra la femineidad, y mi amigo se defendía con escasa convicción.


Pero el tema candente de nuestras discusiones sobre la cantante de marras, aparte de la enorme variedad de su música en estilo y producción, era el de su hipotética celulitis. Se la había visto en la tele española, cantando con pantalones ceñidos que denotaban alguna anormalidad subcutánea. Os juro que fui testigo y que el tema era vox populi en corrrillos colegiales .Mi amigo negaba la mayor:


-Oye, que CC Catch tiene celulitis.

-No es verdad.

-Que sí, que lo he visto.

-CC Catch no tiene celulitis. Y punto.


Lo cierto es que ahora busco fotos de cuerpo entero de nuestra chica y no encuentro ninguna que atestigüe lo que digo. A este paso visitaré las hemerotecas. A lo mejor no llevo razón, y en la adolescencia el concepto celulítico no está formado del todo. O quizá se ha tirado de fotoshop. Vivo en un drama relativo, porque a mí CC Catch me caía bien, era guapetona y simpática, y su celulitis, de haberla, me es indiferente, tan solo se trataba de chinchar al platónico admirador. Todo este asunto me ha servido para recordar una época de mi vida feliz, y a mi amigo, ahora lejano a mí, pero entonces eternamente presente.










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