Cansado de una Fórmula 1 monótona y aburrida, es un momento perfecto para evocar la serie de dibujos animados Autos Locos. Que conste que casi la había olvidado, y de forma injusta, pues es una de las pocas series en que cada vez que aparecía un capítulo en mi infancia televisiva, me absorbía desde el primer segundo. Algo que no siempre conseguían los de Hanna Barbera, pongamos como ejemplos de lo contrario el Lagarto Juancho, Magila Gorila o Pepepótamo (quizá si los veo ahora, con una copa de más, cambie mi opinión).
No voy a insistir en el contenido de esta serie de disparatadas carreras. En la red hay suficiente información al respecto. Sí he pulsado la opinión de los que me rodeaban estos días. La gran mayoría la recordaba, y en especial todos hacían hincapié en el perro Patán, el de la risa afónica. Me ha sorprendido el que sólo se hiciesen 17 capítulos, con 34 carreras en total. Creo que nunca los seguí de forma cronológica y que en mi infancia la televisión aprovechaba los momentos muertos para encasquetarnos algún capítulo.
Uno de los méritosos de Autos Locos estriba en que cualquiera podía ganar la carrera. Dando por hecho que Pierre Nodoyuna jamás consiguió la victoria y que era connnatural al personaje, todos los demás se hicieron con el triunfo, creo que acertadamente. Hubiera sido un error que los guapos oficiales, Penélope Glamour y Pedro Bello, obtuvieran siempre los laureles. Hoy en día, si la serie continuara, esto dos galanes tendrían el rostro de la Jolie y el Pitt y aburrirían con sus triunfos, como Button. Arrghhh.
Pero mis personajes favoritos eran los hermanos Macana, los trogloditas melenudos, que, con un trabajo bien hecho, sin perder nunca el Norte, consiguieron muy buenas puntuaciones. Personajes de llavero, iconoclastas en un contexto surrealista, su sistema de cachiporrazo a la cabeza como complemento a la valocidad de su auto era la leche. Esa filosofía del chichón querido, deseado, masoquismo deportivo, loa al esfuerzo como dolor, tenía su gracia, aunque de pequeños lo que nos molaba erea su continuo memporreo.
No conozco biografía oficial de los Macana, pero parece obvia una procedencia americana rural, tal vez Stapleton, no lo sé. Simpáticos, solidarios pero apartados, con el continuo rechazo del elemento femenino, las revistas del motor ofrecieron a los hermanos-tal vez gemelos?-, la válvula de escape, la vocación anhelada. Contaron con el apoyo de sus padres? Debieron romper la férula paterna y la llanura americana y el rally de los autos locos fueron la excusa perfecta? Quién lo sabe. Seguro que en su adolescencia, el garaje-taller de roca fue testigo de una iniciación curtida por el dolor del mamporro disciplinado. Hoy les imagino viviendo juntos, pegados a los dvds de sus triunfos pretéritos, cercanos en el gruñido y adorados por sus fans.
No sé si la serie se ha editado en España , no lo creo, pero es un rescate necesario. Sería un artículo de coleccionista, de culto, una nueva hoja en el album del frikismo. O quizá no, quizá fue una serie bien pensada, inteligente e imaginativa. Espero que resista el paso del tiempo. Pero mientras trato de averiguar más cosas, aquí está mi homenaje a los Macana. Os quiero chicos!
1 comentario:
Tu mejor entrada hasta el momento.El tema de la F1 está vigente y el tratamiento que le has dado es interesante.Desde hoy eres el Antonio Lobato de los blogs.
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