Desde esta humilde tribuna, exijo a los responsables de la Fórmula Uno, la inmedita inclusión en sus parrillas de la piloto estadounidense Danica Patrick. Sé que ha habido contactos con alguna escudería, pero no han fructificado. Esto es imperdonable. Si queremos que este deporte vuelva a tener la garra, el espíritu, la espera ansiosa del siguiente Gran Premio, sin importarnos poco ni mucho que el circuito en cuestión tenga o no fáciles adelantamientos, Danica tiene que estar en nuestras filas, sentirse arropada por la legión de seguidores en busca de una estrella y que no acepta como parche el retorno de talluditos alemanes o el monótono disco asturiano en los altavoces del paddock.
Señor Ross Brawn, si Jenson Button, hasta hace poco piltoto en decadencia ha sido campeón gracias a la sorpresa de su escudería, por qué no brindar tal alternativa a la egregia Danica. Señor Richard Branson, detenga por un momento su circo de excentricidades, ya tendrá tiempo de llegar a la luna con sus prototipos. Danica Patrick es real, la puede ver en la foto que abre mi post, es bella, es inteligente, sabe a lo que juega, es una de la 40 mujeres deportistas más sexys del orbe según la revista Bleacher Report. Qué más quieren, señores del mundillo?
Yo creo en Danica, a mí me gusta esta chavala. Ustedes pensarán que sólo veo en ella un bellezón, con poquita ropa, que se luce sensual en posters de bares de marines. Sí y no, yo veo en ella a una mujer competitiva, dispuesta a cerrar bocas, veo en ella la verdadera esencia de América, la América de las oportunidades y los logros, la América de los pioneros, veo en ella la esencia mítica de John Ford, y la brisa de las Rocosas. Yo soy un poeta, pero voy más allá del cuerpo, de lo fenoménico. En el fondo soy un germano de rubias trenzas, señores gerifaltes.
Fue en más fotos de la piloto, con su mono de trabajo, cuando su cara empezó a tener significados que yo guardaba en mi memoria. Me acordé de Bettina Brentano, la pizpireta mujer del romanticismo, la que mantuvo contactos epistolares con Goethe, con Beethoven, a veces irritante, pero siempre sugestiva, radical en sus posturas, progresista, mujer adelantada a su tiempo, la hermana de Clemens Brentano, la mujer de Achim Von Arnim. El círculo cabalístico se cerraba, la posible reencarnación cobraba forma. La mujer deportista de hoy, la joven americana, se convertía en los insondables pliegues del tiempo en una alemana del espíritu, en la esencia, savia y tronco de nuestra cultura.
Señor Ross Brawn, si Jenson Button, hasta hace poco piltoto en decadencia ha sido campeón gracias a la sorpresa de su escudería, por qué no brindar tal alternativa a la egregia Danica. Señor Richard Branson, detenga por un momento su circo de excentricidades, ya tendrá tiempo de llegar a la luna con sus prototipos. Danica Patrick es real, la puede ver en la foto que abre mi post, es bella, es inteligente, sabe a lo que juega, es una de la 40 mujeres deportistas más sexys del orbe según la revista Bleacher Report. Qué más quieren, señores del mundillo?
Yo creo en Danica, a mí me gusta esta chavala. Ustedes pensarán que sólo veo en ella un bellezón, con poquita ropa, que se luce sensual en posters de bares de marines. Sí y no, yo veo en ella a una mujer competitiva, dispuesta a cerrar bocas, veo en ella la verdadera esencia de América, la América de las oportunidades y los logros, la América de los pioneros, veo en ella la esencia mítica de John Ford, y la brisa de las Rocosas. Yo soy un poeta, pero voy más allá del cuerpo, de lo fenoménico. En el fondo soy un germano de rubias trenzas, señores gerifaltes.
Fue en más fotos de la piloto, con su mono de trabajo, cuando su cara empezó a tener significados que yo guardaba en mi memoria. Me acordé de Bettina Brentano, la pizpireta mujer del romanticismo, la que mantuvo contactos epistolares con Goethe, con Beethoven, a veces irritante, pero siempre sugestiva, radical en sus posturas, progresista, mujer adelantada a su tiempo, la hermana de Clemens Brentano, la mujer de Achim Von Arnim. El círculo cabalístico se cerraba, la posible reencarnación cobraba forma. La mujer deportista de hoy, la joven americana, se convertía en los insondables pliegues del tiempo en una alemana del espíritu, en la esencia, savia y tronco de nuestra cultura.
Señores de la Fórmula Uno, anquilosados jerarcas, mediten sobre lo que les digo. Danica Patrick es el as en la manga de cualquier ser inteligente, para que este mundo de las cuatro ruedas no sea vacua telemetría sin alma, un Frankenstein que sólo da dólares a sus Doctores pero que deja huérfano al aficionado como yo, de referentes, de guías en el proceloso y turbio sendero de la vida. Y si siguen emperrados en su actitud, buscaré la televisión que me suministre las Indy Car Series, y el que quiera buscarme me encontrará.