Creo que fue en Blade Runner cuando vi por primera vez algo parecido a una geisha. Era en las grandes pantallas sobre los rascacielos, anuncios comerciales, la geisha, interpretada por la actriz Alexis Rhee, engullía una pequeña cápsula, pastilla o golosina. Otras fumaban o bebían cerveza con fondo musical japonés.
A mí las geishas me ponen, pero mucho. No quiero decir con ello que si me doy una vuelta por Kioto y veo a una, le dé un cachete en el culo, o me suba a un andamio para dedicarla un discurso obsceno y piropeante. A mí lo que me pone es su complejidad, su arcaísmo anacrónico, el maquillaje blanco de sus rostros donde explota, estalla la boca roja cincelada, la nuca sin pintar al descubierto, ofreciendo el pasaje sin peaje de una zona erógena, el kimono de seda o el obi, una especie de corsé oriental (obviamente me refiero más a las maikos, las aprendizas, pues son más teatrales que sus hermanas mayores las geishas, más maduras, simples y sofisticadas, podríamos decir). Y por encima de todo, su oficio, su modus vivendi. Volvamos a repetirlo, las geishas no son prostitutas, sino damas de compañía que durante una noche deben ofrecer sus conocimientos a sus compañeros de velada. Conocimientos que van desde canto y danza tradicional hasta un variado ramillete de cultura general. La geisha debe epatar en su conjunto.
Aunque la novela y posterior película Memorias de una geisha pusieron de nuevo en actualidad un fenómeno que, parece que no atraviesa sus mejores momentos, fue en el documental de la BBC La vida secreta de las geishas, donde me hice una idea, no solo de la historia, sino de sus vidas y ceremoniales. Es un documental que recomiendo a quien quiera tener una primera visión de este mundo, más allá de webs y publicaciones, algo escasas las últimas en nuestro idioma.
De aquel documental, destaco la imborrable figura de Yuiko, una maiko de 19 años, en Kioto, la ciudad por antonomasia de esta cultura femenina. Yuiko era una chica preciosa, es curioso pero me parecía más bella maquillada, que cuando se vestía de occidental. Hay una escena al final del documental en que, sobre fondo negro, Yuiko se da la vuelta, poco a poco y nos mira. Es tal el impacto que esta especie de Muchacha de la perla nipona provoca en esos momentos en mí, que desarrollo espasmos estéticos, y necesito ir a la tienda más cercana a por sake, para recuperarme.
Me enamoré de Yuiko como quien se enamora de un crisantemo que reposa entre las hojas de un libro de haikus. Ella me proporcionaba la quietud de los estanques, de los jardines, de los cerezos en flor. No necesitaba postales con puestas de sol en el archipiélago nipón, pues ella sola me radiaba. Veía en Yuiko las inseguridades de una joven aprendiz en un mundo tan complejo, sus ganas de mejorar cada día, la conciencia de que lo suyo no sólo se debía a una vocación, sino que formaba parte de una larga y venerable tradición, no exenta en su pasado de puntos oscuros.
No quise quedarme en el documental. Pensé que en cierto modo, su aparición la haría famosa, y que saldría en las webs dedicadas a este mundo, pero no fue así. Tan solo pude encontrar la foto que abre mi homenaje a Yuiko, en una página donde varias personas aseguran que se trata de ella. No estoy seguro, pero tampoco puedo descartar a la mujer que aparece en la misma.
Es probable que Yuiko ya no sea una maiko ( desde que se hizo el documental han pasado ya los 5 años de formación inicial), y que se haya independizado. Habrá abandonado los kimonos con mangas de amplios vuelos y el rostro pintado de blanco, para convertirse en geisha, con una mayor simplicidad en todo su conjunto. Puede que tenga un amante protector, con amplia solvencia económica, por ejemplo, de las corporaciones de vídeojuegos. De todos modos es mi geisha favorita, y seguiré sondeando los canales informativos de rigor en busca de información fresca. Aunque Ariel Rot hablara de geishas en Madrid, aunque Bjork tuviese su época geisha, sólo la combinación Kioto-Yuiko es marca registrada en mi imaginario femenino, sector Lejano Oriente.
1 comentario:
Que quieres que te diga. A mi la orientales (que no su cultura)no me ponen por muy geishas que sean. Seria partidario de su incorporación a nuestras costumbres occidentales y seguramente nos iria mejor, pero compañero ya sabes que nuestra moralidad católica se limitaria a colgarlas el cartel de putas y se quedarian tan anchos. Aplaudo sus referencias a "Blade runner" y Mr Rot... Usted si que sabe...
The scottish
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