Vi sus escasas fotos en las revistas especializadas, y me cautivó su hermosura. Nunca pude verla en concierto aunque supe de la existencia de un recital en Valladolid años atrás. Tampoco me agencié sus discos, al menos los de la firma suiza Claves, que eran los únicos que conocía. Sólo por las fotos de Marta Zabaleta, pianista guipuzcoana, era yo su campéon, su adalid, su defensor impenitente.
Ahora ya no tengo excusa posible. El sello holandés Brilliant, especialista donde los haya en gangas, ha sacado en sus novedades de marzo un primer cofre de 3 discos, de lo que parece ser una integral en toda regla de la obra de Joaquín Rodrigo. Zabaleta forma parte de la nómina de intérpretes. No puedo alegar causa de pobreza, no puedo escudarme en la crisis galopante, en la desidia, en que las primeras tardes de sol primaveral debiliten mi ya enferma voluntad. He de entregarme a la magia ejecutora de Marta, en ese primer encuentro a ciegas, en el trasvase de la imagen gráfica al placer sonoro. No necesito dar más detalles, prolongar este post hasta el kilómetro, como si de un papiro de Menfis se tratase. Estoy perdiendo el tiempo con vosotros. Me voy de compras.
Las últimas horas de Sid Vicious
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